Parece mentira, pero ya hace una semana que abandoné Lille. La abandoné para no volver y no sé si todavía me he hecho a la idea. De hecho, ni siquiera termino de asimilar cómo dejé atrás la que, durante un año, ha sido mi casa. Mezcla de pretéritos para intentar expresar todo lo que pasa por mi cabeza. Que es mucho. Mi marcha fue, sin duda, toda una odisea. No sólo por el poco recomendable trayecto en tren (o trenes, pues me chupé un Lille-París, un París-Irún, y un Irún-Madrid), sino por todo lo que tuve que hacer antes de partir. Por un lado cerré todos, o casi todos, mis contratos. Por otro, desmonté mi casa. Se trataba de meter un año de vida en maletas, aunque ya había mandado un par de bultos antes a Madrid, y de dejar el apartamento en el mejor estado posible. Limpié cada esquina de la casa para que a la hora de la revisión, del état des lieux que da nombre a esta entrada, no hubiese nada que echarme en cara. Parece que pasé la prueba con nota y ahora sólo falta que, por imperativo legal, me devuelvan la fianza antes de dos meses.
El encargado del état des lieux comprobó cada rincón de mi casa, testó cada enchufe, abrió cada grifo… y es que tras un año hay muchas cosas que revisar. De hecho, aunque como decía al principio hay cosas que tardaré en asimilar, no puedo dejar de hacer mi état des lieux personal. Algo así como mi état de la personne. No hay fianza que recuperar pero si la necesidad de preguntarse si el Erasmus ha servido para algo. No hay dinero que perder o recuperar, pero sí una balanza de cosas ganadas y cosas perdidas. En mi caso, las segundas son pocas. He dejado a demasiadas personas de lado por culpa de la distancia y que quizá nunca recuperé este año de derecho (aunque no me importa demasiado, pues me quiero dedicar al periodismo), pero no dejan de ser hechos aislados dentro de todo lo bueno que me llevo. Lee el resto de esta entrada »