État des lieux

junio 22, 2010

Parece mentira, pero ya hace una semana que abandoné Lille. La abandoné para no volver y no sé si todavía me he hecho a la idea. De hecho, ni siquiera termino de asimilar cómo dejé atrás la que, durante un año, ha sido mi casa. Mezcla de pretéritos para intentar expresar todo lo que pasa por mi cabeza. Que es mucho. Mi marcha fue, sin duda, toda una odisea. No sólo por el poco recomendable trayecto en tren (o trenes, pues me chupé un Lille-París, un París-Irún, y un Irún-Madrid), sino por todo lo que tuve que hacer antes de partir. Por un lado cerré todos, o casi todos, mis contratos. Por otro, desmonté mi casa. Se trataba de meter un año de vida en maletas, aunque ya había mandado un par de bultos antes a Madrid, y de dejar el apartamento en el mejor estado posible. Limpié cada esquina de la casa para que a la hora de la revisión, del état des lieux que da nombre a esta entrada, no hubiese nada que echarme en cara. Parece que pasé la prueba con nota y ahora sólo falta que, por imperativo legal, me devuelvan la fianza antes de dos meses.

El encargado del état des lieux comprobó cada rincón de mi casa, testó cada enchufe, abrió cada grifo… y es que tras un año hay muchas cosas que revisar. De hecho, aunque como decía al principio hay cosas que tardaré en asimilar, no puedo dejar de hacer mi état des lieux personal. Algo así como mi état de la personne. No hay fianza que recuperar pero si la necesidad de preguntarse si el Erasmus ha servido para algo. No hay dinero que perder o recuperar, pero sí una balanza de cosas ganadas y cosas perdidas. En mi caso, las segundas son pocas. He dejado a demasiadas personas de lado por culpa de la distancia y que quizá nunca recuperé este año de derecho (aunque no me importa demasiado, pues me quiero dedicar al periodismo), pero no dejan de ser hechos aislados dentro de todo lo bueno que me llevo. Lee el resto de esta entrada »

En la mesa de un ch’ti

junio 8, 2010

El sábado se casó mi hermana y, como evidentemente no me iba a perder un día así,  estuve en Madrid. Realmente podría haber aprovechado y haber convertido mi visita en mi vuelta definitiva. Aquí me queda poco por hacer. He aprobado todo y siete días para desmontar la casa (y finiquitar el contrato) son a todas luces excesivos, pero por otra parte no me termino de creer que esto se acabe.

Quiero despedirme en condiciones, algo que exige irremediablemente comer un welsh. De hecho, ayer lo cené. Pero, ¿qué es un welsh? Es algo típico de aquí que, aunque quite un año de vida, no se puede dejar de comer cuando se visita Lille. Es una fuente de queso fundido que en su interior esconde un sándwich de jamón hecho con cerveza o mostaza. El mejor que he tomado es el de Le Broc, un restaurante de quesos que se encuentra en la Place de Béthune. Aunque ayer me gustó mucho el del Café Leffe, situado en la Grand Place, y para un apuro tipo re cena está muy bien el de La Chicorée (Place de Rihour) pues el restaurante abre las 24 horas. Lee el resto de esta entrada »

Vivito y coleando

May 31, 2010

Hace un par de meses dejé de escribir por aquí. Las últimas entradas, cada vez más esparcidas en el tiempo, ya parecían anunciar el fin de este blog. Pero esa nunca ha sido mi intención, de hecho estoy vivito y coleando, o vivant et coleant como algún español imaginativo diría. Desde que escribí sobre mi viaje a Caen han sido numerosas las veces que he pretendido escribir aquí. Quería y quiero contar muchas cosas…

Después de visitar a un gran amigo en Normandía puse rumbo a España, a mi casa. No pude disfrutar toda la Semana Santa con mi familia porque el jueves santo tuve mi examen final de francés para Erasmus. ¡Y eso que mi universidad es católica! Ya en Madrid trabajé un poquito por mi fe, hice caso a mis padres y hermanos, recuperé la pista a grandes amigos, salí, me puse dientes nuevos (sí, es que los perdí en Lille allá por septiembre), y disfruté durante la pedida de mi hermana. Bueno, en realidad disfruté cada minuto que pasé en mi ciudad, aunque una parte de mí no hacía más que pensar en Lille pues me quedaba muy poco tiempo para disfrutar de mi Erasmus. Encima, para colmo, una nube de ceniza volcánica se cruzó en mi camino.

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Las expectativas Caen

marzo 31, 2010

Viajar es parecido a leer o ir al cine, pues cuanto mejor nos hablan de un lugar, un libro o una película, mayor suele ser la decepción. Así, por ejemplo, Algo pasa con Mary me pareció una comedia muy normalita. Aunque a veces también pasa justo lo contrario. De hecho, me habían pintado tan mal Caen que, al final, me ha gustado.

El fin de semana pasado puse a rumbo a la capital de la  Baja Normandía con la idea de descubrir el terrible lugar en el que un gran amigo mío estaba malgastando una beca Erasmus. Durante las cuatro horas de viaje (hora en París incluída) fuí mentalizándome de que aquello no podía ser tan horrible. Ciertamente no lo era, vamos, ni lo es. Caen no es Lille ni mucho menos París, pero es una ciudad con cierto encanto, algo meritorio teniendo en cuenta que la II Guerra Mundial la borró prácticamente del mapa. Lo poco que quedó en pie se ha convertido en el mejor testimonio de lo que tuvo que ser el conflicto que asoló Europa. Un conflicto cuya solución se empezó a gestar no muy lejos de Caen. Lee el resto de esta entrada »

La mancha

marzo 24, 2010

Tener un examen a las ocho de la mañana es, a todas luces, jodido. Y perdonadme por la palabra, pero las últimas horas de repaso siempre me resultan fundamentales. Hoy no las he  tenido y por ello me he visto obligado a robar horas a mi descanso. Pese a haber vivido la vida desde navidad y  tener muy mala cara, he hecho el DS (un devoir surveillé, un control de evaluación continua en cristiano) mucho mejor de lo que podía imaginar. He salido al mismo tiempo que los franceses, aunque con más prisa ante la evidente necesidad de comer para dedicarme a algo tan español como la siesta. Glorioso invento perturbado, para mi desgracia, por el dichoso móvil y por la cuadrilla de operarios que ha tomado mi pasillo. Al parecer, los dueños del edificio han decidido gastarse los cuartos en su propiedad que, de hecho, lo pide a gritos y cambiar el verde chillón, deprimente y feo por el sencillo blanco. De paso, deberían cambiar la moqueta de los distintos pisos del edificio. En mi puerta, sin ir más lejos, hay una mancha enorme que, además, no puedo atribuir a ningún propietario anterior. Tampoco diré a quién sí puedo atribuirla, pero mis vecinos deben de tener claro que el responsable fue alguno de los invitados que tuvo el del apartamento 121 hace un par de semanas. Luego, alguno de mis invitados.

Lo cierto es que, aunque parezca que me he olvidado de su visita, pues han pasado casi tres semanas y todavía no he contado nada aquí, no lo hecho. Mis vecinos tampoco, pues aparte de tener que lidiar con la mancha del pasillo, han adquirido una nueva perspectiva sobre el silencio. Y es que, por mucho que fuésemos mucho más cívicos de lo que esperaba, es inevitable que nueve tíos metidos en una solución habitacional no hagan ruido. Y eso que, a Dios gracias, no vinieron otros tres que también lo tenían planeado. No es que no les echásemos de menos, si no que les habríamos echado de más pues lo de compartir colchones entre dos pase, pero las camas de tres las dejamos para el porno y para Gossip Girl. Lee el resto de esta entrada »